Hay una delgada línea entre ser conscientes de nuestra violencia y la necesidad de controlar nuestros desbordes emocionales.
Si históricamente hemos utilizado la violencia para confrontar, si nuestro Fuego que es la fuerza vital sale con fuerza, si ya nos hemos visto en los gritos, en el enojo, incluso en el golpe y eso ha hecho daño a los que nos acompañan y a nosotras/os mismas/os…
Es muy probable que la creencia de «soy destructiva/o» se haya cristalizado en nosotras/os.
Lo pensamos por tanto lo sentimos y reaccionamos acorde el coctel de emociones que manda, reaccionamos en automático desde siempre.
¿Desde siempre o no nos acordamos, no reconocemos otras formas de expresar nuestra fuerza?
¿O es que desde niñas/os nuestro entorno cercano se ha sentido sobrepasado por nuestra vitalidad?
Quizás desde siempre nos han nombrado, visto, sentido como:
Demasiado fuertes, demasiado rebeldes, demasiado autoritarias/os, demasiado conflictivas/os.
Malas/os.
Que no valíamos mas que para pelear, que éramos incorregibles.
Muchos de esos lugares están abiertos aún.
Y es que criándonos allí en un entorno donde había una percepción sobre nuestra fuerza y de esa percepción salían palabras, comportamientos y expresiones desde las personas cercanas (madre y padre primero, luego maestro, hermanos y resto de la familia, luego la comunidad que nos rodeaba); nuestro cerebro de niña/o ha ido recogiendo todo lo que escuchaba, veía, percibía al fin, construyendo una profunda red neuronal que habla de destructividad, de potencia incontrolable, de ese SOY MALA/O.
Y esa red siempre ha activado las mismas emociones: enojo, tristeza, vergüenza.
Y ese coctel químico bañando nuestras células siempre nos ha llevado a las mismas reacciones: los gritos, los desbordes, los golpes…¿La autodestrucción tal vez?
Nunca destruímos sólo afuera,
todo lo que sucede afuera,
está sucediendo también hacia adentro.
Después de la destrucción nuestro cerebro percibe nuevamente lo que ha sucedido, y activa de nuevo otras emociones: tristeza, aparece la culpa…y seguimos sumergidas/os en un coctel potente y doloroso que nos automatiza y parece que nunca saldremos.
Ahora que criamos, la visión de nuestros hijos e hijas puede que toque justo esos sistemas automáticos.
Nuestras/os hijas/os hacen lo que normalmente hacemos los seres cuando encarnamos, acompañamos a otros a hacer su propio camino evolutivo. A los primeros que acompañamos SIEMPRE es a nuestros padres, y por cercanía física, emocional y energética a nuestra madre.
Puede que tu hijo esté activando estos circuitos ¿no?
Desde siempre hemos aprendido reprimir los desbordes.
Hemos aprendido que tenemos que controlarnos.
Y sabiamente ahora nuestras/os hijas/os nos ofrecen la oportunidad de revertirlo.
A muchas/os eso nos ha servido debido a una enorme fuerza que hemos puesto al servicio del autocontrol (enorme energía de Tierra puesta en función de controlar, somos pacientes, somos capaces de sostenernos hasta la extenuación).
Eso nos ha rigidizado, ha sobrecargado nuestra espalda, nos ha quitado espontaneidad, nos ha hecho incluso dudar de nuestra propia capacidad de disfrute.
Hemos cambiado CUIDAR por CONTROLAR
A otras/os tantas/os el fuego nos ha desbordado, lo hemos usado y mucho; lo seguimos usando y aunque queremos hacer todo lo que las guías de crianza respetuosa nos dicen (respira, sal afuera, contrólate)…
El fuego sale con fuerza y nos calma.
Más bien CREEMOS que nos calma.
Una enorme cantidad de energía, de nuestra fuerza vital activada por un grupo de ideas y pensamientos, soltándose en forma de moléculas de adrenalina y cortisol y finalmente movilizándonos hacia el grito, el golpe…parece una clase de crossfit donde solamente estamos UTILIZANDo nuestra fuerza vital en algo…por eso creemos que nos calma.
Es un enorme caudal de energía que ponemos en acción rápidamente en automático y que no tiene una guía consciente que le ayude a organizarse.
Históricamente no ha encontrado cauce, no había un líder que acompañe a este sistema, porque no lo conocíamos…
Solamente por eso.
Un caudal de energía, de deseos, de «Yo quiero» que salen en forma de grito y desborde.
A estas mujeres y hombres el autocontrol solo nos trae culpa por no lograrlo, igual que una dieta de esas que nunca seguimos.
La consciencia es un camino mucho más amoroso. Activar el Liderazgo consciente es profundamente compasivo.
Tomar las riendas de nuestra mente desbocada y ser quien decide es profundamente sanador.
Abrazar con fuerza esa niña/o que hemos sido que ha aprendido a reprimir o a reaccionar con su ira, mostrarle de qué se trata todo esto…por que es que todavía reacciona así.
Y por supuesto…
Dejar que el deseo salga.
Llevar la fuerza a los lugares donde SI PODEMOS, donde SI SOMOS
El verdadero….
Buscarlo…
Para todas las mujeres y los hombres que tenemos dificultades con las reacciones de ira es vital reconocer los deseos dormidos.
Los impulsos mil veces reprimidos.
Los movimientos a favor de un deseo que no se han materializado.
Las frustraciones por no poder llegar a esos lugares.
Canalizar el fuego es un lugar de consciencia.
Observar desde fuera como el enanito enloquecido se apodera de nosotras/os y simplemente aceptar que ya ha llegado…
Mientras nos hacemos cargo de todo este caudal de energía que históricamente nos ha gobernado y sobrepasado y que pide a gritos una guía (¿tu hija/o pide a gritos algo?).
Ser Fuego a favor del propio deseo
Cuando estemos abrazando un proyecto propio (cualquiera que ese proyecto sea: una segunda maternidad, una actividad física, bailar, un proyecto laboral que nace de las entrañas, una mudanza al lugar soñado, lo que sea que sea este deseo), andaremos cercanas al disfrute.
Nuestras/os hijas/os nos sentirá auténticas/os.
No robots autocontrolando.
Ni furias en acción.
Solo mujeres y hombres poniendo al servicio del mundo el don bellísimo de su fuerza.
El Camino del Fuego es uno de los lugares más bello que he recorrido y sigo recorriendo.
El encuentro con la fuerza, la risa, el baile, el disfrute.
No hay forma de explicar lo que el fuego le trae a este mundo.
Te necesitamos.
No autocontrolándote.
No reprimiéndonte.
Te necesitamos disfrutando.
Riendo.
Haciendo volar tus sueños y convirtiéndolos en realidad.
Tú hija/o te espera ahí.
Quiere verte a ti.
No lo que tú piensas que debes ser para acompañarlo.
Tú hijo te espera a la par de tu deseo.
Se relajará.
Se aliviará.
Dejará de mostrarte con su flecha lo poco que haces a favor de tu SER, Y SE UNIRÁ A TU DISFRUTE.
Si todos los lugares de sostén ya están, entonces sosténte a ti y a tu disfrute.
Eso es lo que falta.
Faltas tú.
Te acompaño.
¿Quieres andar tu Camino de Fuego?
Escríbeme y te acompaño
Andrea Diaz Alderete
CONSCIENCIA MADRE
(Escrito el 2 de febrero 2018, Revisado y ampliado revisado el 4 de octubre de 2023).
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Foto: el primer impulso a favor de un deseo olvidado que tuve hace seis años, cuando empezaba mi camino de fuego. Que belleza de camino, cuánto me ha traído.
Había olvidado que amaba cantar, que me encanta bailar, con el tiempo fui descubriendo otros deseos escondidos en lugares que no me gustaban. No me gusta tanto cocinar como meditar, no me gusta tanto ir de compras como caminar por mi montaña.
Y me encanta la noche, las luces, bailar mucho, divertirme con amigos, reíme a carcajadas.
Y lo mejor es que casi todo eso se puede, con un hijo, a la par de un hijo, compartiendo con un hijo.
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