El ideal del cuerpo

Esta semana en la consulta ha aparecido al menos dos veces el Cuerpo, la Materia. A veces el cielo nos ofrece la posibilidad de VER nuestros dolores para atravesarlos.

La construcción de nuestra imagen está basada en la forma en que nos hemos PERCIBIDAS/OS, es decir a la forma en que nuestra mente ha identificado que éramos de acuerdo a lo que veíamos, oíamos, sentíamos y experimentábamos en torno a nuestro cuerpo.

Por supuesto la visión de nuestra madre acerca de nuestra belleza, talentos y dones, lo que era bonito, inadecuado o feo ha impactado en nosotras/os.

Tengo el enorme honor de acompañar a hombres y mujeres sabias y sabios en la consulta, personas mas allá de los 60 años, que vienen a la búsqueda de trozos que se han quedado olvidados en su historia; y es justamente en la charla con uno de estos seres donde pude ver, de nuevo, como lo que un hijo trae para su madre (y su padre) es sólo el regalo que ese ser necesita abrazar.

Ese poco amor por su cuerpo controlado y castigado

por una mente adulta que le dice cómo debe ser

Esta persona que ha mantenido a raya en la sombra sus propios temores, su dolor ante lo que su mente dice que es imperfecto, y se ha esforzado la vida entera de mantener el peso ideal, o la piel en su lugar, o el pecho en alto como un estandarte. Toda esa energía puesta al servicio de sostener un malentendido de su infancia.

Ahora nace una niña (o un niño), con el regalo que siempre trae bajo el brazo: a posibilidad de observar su propio juez interno, la forma en que mira el cuerpo de los demás.

Pero ahora no es el cuerpo de las amigas, o las vecinas o las primas. Ahora es el cuerpo del ser que más ama.

¿Cómo es posible -se pregunta- que pueda no ver la belleza de esta niña y sólo ver sus imperfecciones? ¿y qué son esas imperfecciones? ¿son reales?

Si acaso se hace estas preguntas es que se abre un camino.

Pero la mayoría de nosotras/os hemos sido criadas por madres que ni siquiera sabían lo que les sucedía. Sólo nos indicaban lo que estaba bien según su mente decía. Y la incomodidad de criar a una hija o a un hijo que no se ajusta a sus cánones fue sin duda un reto.

Por eso es que, desde esa mirada, desde la mirada de esa madre que sólo mira como se le desajusta el autocontrol, es que recibimos las palabras sobre nuestro cuerpo.

Las ideas sobre nuestro cuerpo.

Cómo debería ser.

Cómo no es.

Lo que deberíamos hacer para ponerlo acorde a los parámetros que la mente de esta mujer, todavía gobernada por su mente reactiva y su necesidad de encajar manda.

Si acaso un día esa mujer se acerque a un proceso consciente. Si acaso pueda observar su miedo a no encajar y la proyección que hace sobre el cuerpo de su hijita/o que aún pequeña/o no deja de comer pan y de engordar sus cachetes.

Si acaso un día esa mujer se da cuenta de que la rabia que descarga en sus palabras, la crueldad que deposita en el control que ejerce sobre esa/e niña/o, es la misma con la que se ha tratado por años, con la que se autoflagelado.

Si acaso un día decide tomar las riendas de esa mente desbocada, organizada en un malentendido infantil. el malentendido de su propia madre y entorno a lo que un cuerpo debe ser.

Es la Gran Mente Universal, la Consciencia donde yacen todos los entendimientos de todos los seres de todas las dimensiones.

Una biblioteca cósmica que está disponible para quien quiera acceder a ella, con una única condición: no se puede sintonizar si escuchamos solo a la ínfima biblioteca de nuestra pequeña mente reactiva, humana e imperfecta.

Si acaso un día esta mujer decide abrazarse, quitarle el poder a esa voz castigadora y en medio de sus respiraciones, caminatas, meditaciones de pronto comienza a escuchar otra voz.

Mucho más amorosa,

Mucho más suave.

Como la de una señora que camina a tu lado con un farol mostrándote el camino.

Habrá obrado la magia, y ya no verá imperfecciones, sino solo belleza en la habita, a ella, y a su hija.

Andrea Diaz Alderete

Escrito el 22 de agosto 2021, editado y publicado el 3 de Junio de 2025

Los desafíos que nos impone la mente pequeña necesitan una mirada profunda, pero ligera. Un ojo que descubra en las profundidades pero que mueva rápidamente la energía del pensamiento que te castiga.

Yo puedo ser esa mirada.

Con mucho amor

Te acompaño.

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