Cuando era muy joven allá por los 20 años solía escuchar y a veces pensar aquello de que «todos los hombres son iguales».
Había una pulsión dentro mío que me decía que a pesar de que mi única experiencia en el ámbito amoroso estaba siendo devastadora, no todos los hombres «Eran Así«.
Y sobre todo algo adentro mío decía que existía otra forma de vivir el amor.
Tenía adentro grabada la figura de un padre honesto, amoroso y lleno de canciones y sonrisas, fuerte y autoritario, pero con un apego enorme a la verdad.
Tenía un hermano abierto y disponible que reía a carcajadas y que amaba mucho.
La mayoría de mis amigos eran buenos chicos, conectados con la diversión, incapaces de hacer daño adrede y mucho menos de mentir desmesuradamente a sus novias (que eran muchas de mis amigas).
Algo adentro me mostraba que no podía ser verdad ese dicho tan novelero y tan oído.
Algo bien adentro me decía que yo vivía esa experiencia dolorosa
y que eso tenía que ver CONMIGO y no con los otros.
Esa misma pulsión, intuición, tercer ojo, visión o como le queramos llamar fue la que me permitió luego olfatear entre los hombres que podían hacerme daño y aquellos que podían ser compañeros de vida.
Cuidarme y dejarse cuidar.
Amarme y dejarse amar.
Compartirse plenamente en cualquier espacio desde el amistoso hasta el amatorio.
Así es que a mis 28, cuando Saturno volvía al mismo sitio de mi Nacimiento, conocí al ser que hoy me acompaña.
Algo sentí claramente al conocerle.
Sentí que este era un hombre excepcional.
Que tenía la impronta de todos aquellos hombres bellos que yo había conocido y con los que me había compartido.
Conmovida sentí su cuido exquisito hacia mi.
La forma delicada de tratarme y respetarme.
El valor que le daba a tantos espacios que ni yo misma había valorado de mi misma.Sentí su fuerza profunda y su conexión tan grande con un corazón dispuesto.
La forma en que amaba y respetaba a todas las mujeres que le rodeaban.
Hay días en que nuestra hija nos pregunta cómo nos conocimos y su padre dice: «si no fuera por la valentía de tu madre que no me soltó nunca nos hubiéramos casado’.
Y así fue y así es.
Yo no he querido soltar a este ser en estos 15 años de vida juntos.
Porque desde siempre hay una voz profunda que me dice que ASI ES EL AMOR.
Hace unos años la vida me trajo el recuerdo de cómo era yo cuando no me amaba, de cómo era yo cuando no me valoraba, de cómo era yo cuando las personas podían pasar a mí lado y tomar mi energía y yo aceptar esa toma por falta de mi propio amor.
Comprobé con dolor que muchos de esos lugares estaban vacíos de mi misma aún, que todavía las heridas se abrían al paso de espacios no cuidados dentro mío.
Cuánto agradezco esa mirada masculina que me permitió verme tan incompleta para completarme.
Esa flecha que fue marcando con profundidad el lugar de la herida para cuidarla, para amarla y para sentirla mía y arroparla.
Y así fue como mi pulsión, mi intuición, mi tercer ojo, mi visión me dijo claramente lo mismo que hace 25 años, que lo que duele habla de la propia herida, y que el una vez sanada la herida se puede soltar en libertad cualquier espacio doloroso.
Honrando y agradeciendo lo aprendido.
Hoy recupero estás memorias con un profundo agradecimiento a la vida y a los hombres de mi gesta.
A mi padre, a mi hermano, a mis amigos y a mis amores.A los que fueron risa, empuje, baile y movimiento.
A los que fueron creatividad, apertura y corazón abierto
A los que desde su herida tocaron mi herida que se abrió, sangró, lloró y finalmente cicatrizó.
A los que confundidos entre lo humano y lo divino quisieron compartir lo divino sin poder construir en el mundo humano.A los hombres que fueron fuego, aire, agua y tierra para que me viera.
A los hombres que fueron espejo, sostén y cuidado
Para esta mujer que soy.
Para esta mujer que hoy SABE,
con el Saber del Ser
Que el mundo está poblado de hombres maravillosos
Que esperan pacientemente a que nos decidamos a dejar de sufrir y nos dispongamos a disfrutar.
Y que un domingo cualquiera con el sol azteca brillando bien alto, puedes encontrarte de frente con unos ojos azules y sorprendidos
Y sentir que has llegado a casa.
A la que Tú Eres.
Gracias a los hombres de mi vida.
Andrea Díaz Alderete
Consciencia Madre
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Foto:
Se completó ayer mi altar con una pluma de buitre que encontré en un paseo.
El Buitre representa la fuerza de bajar hasta la profundidad de la muerte y la oscuridad y elevarla alto hacia la luz, y hacerla nutricia.
Asi tal cual ha sido mi recorrido acompañada de los hombres que me han indicado el camino. Aire, Fuego, Tierra y Agua.
@consciencia_madre