La teoría de la tolerancia a la frustración (nuestros hijos deben aprender a frustrarse porque el mundo es muy duro) es un terrible calvario para nuestros hijos. La vida misma nos impone frustraciones, y es en el seno de nuestro hogar donde podemos hacer sentir a nuestros hijos que están seguros, que confiamos en ellos, que los amamos incondicionalmente sin peros (pero me gustaría que fueras así o así…).
¿Dónde si no nuestros hijos pueden sentirse plenamente confiados? ¿Dónde pretendemos que ellos sientan que son amados incondicionalmente de manera que su autoestima crezca y crezca?
Los adultos que somos, los que hemos crecido en senos de familias donde la tolerancia a la frustración se ha utilizado mucho (sólo que no tenía nombre) nos debatimos constantemente entre la falta de autoestima, de seguridad, la necesidad de reconocimiento. Nuestros niños interiores piden a gritos atención, consuelo. Andamos por el mundo ansiosos de que alguien nos vea, y eso que hemos sido forzados una y otra vez a frustrarnos (no brazos, no teta, escolarización temprana, llora para que aprendas). ¿No es esa evidencia suficiente de que realmente esta vieja, viejísima escuela no funciona?
Los primeros 7 años de vida son vitales para conformar la personalidad de nuestros hijos. Durante ese tiempo toman prácticamente todas las herramientas que usarán a lo largo de toda su vida. Si en casa los frustramos adrede, ellos aprenderán que no pueden confiar, que el mundo es un lugar duro y peligroso y generarán sus propias máscaras para sobrevivir: desconexión de sus emociones, falta de energía vital y, las que peor vistas están, la manipulación (real cuando ya son niños más grandes o adolescentes) y la violencia activa (golpes, gritos) o pasiva (enfermedad, uñas mordidas). Tomemos el poder desde el lugar que nos toca, el de acompañar y guiar a nuestros hijos, respetarles para que crezcan seguros y confiados y a su alrededor crecerán mil oportunidades para ser felices. Si les enseñamos a ver lo difícil que es todo, sólo aprenderán a ver las dificultades a su alrededor y pronto empezarán a aparecer las piedras en el camino.
Andrea Díaz Alderete
Consciencia Madre
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