Somos una legión de familias que llevamos años acompañando a nuestros hijos.
Hemos cruzado muchos de nuestros límites.
Hemos abrazado una a una nuestras heridas para acercarnos siquiera a ver lo que nuestros hijos son.
Hemos acompañado lactancias.
Noches en vela.
Hemos aprendido a lidiar con las rabietas.
Hemos aprendido de nuestras emociones.
Hemos puesto palabras.
Cuerpo.
Nos hemos desangrado en miles de lugares.
Para llegar siquiera a acercarnos a cubrir las necesidades genuinas de nuestros niños.
Además hemos crecido, hemos aprendido a disfrutar criando.
Estamos descubriendo quienes somos.
Nos hemos hecho más grandes.
Más seguros.
Más abiertos.
Hemos tenido que aprender a vincularnos.
A equivocarnos.
A lidiar con nuestras violencias.
A animarnos a hablar de ellas.
Hemos reconstruido parejas.
Hemos aprendido de la sombra del otro.
Nos hemos arrodillado ante nuestro ego.
Y hemos ido soltando una y mil veces nuestros pensamientos antiguos.
Las mujeres nos hemos juntado en círculos.
Hemos recorrido primero los libros.
Luego los grupos.
Luego la mirada terapéutica profunda.
Hasta encontrar respuestas.
Estas familias hemos crecido.
Somos infinitamente más grandes, más compasivas, más amorosas.
Y estas familias necesitamos espacios que acompañen a nuestros hijos.
No nos conformamos con eso que llaman respeto.
Porque conocemos de memoria lo que sí es respetar. Hemos tenido que aprender para poder ver a nuestros hijos en bienestar.Estas familias queremos que los espacios que se llaman alternativos respeten en verdad a nuestros hijos.
Que los vean.
Que no les quieran quitar su brillo.
Queremos espacios donde sean amados.
Donde no sean contenidos ni reprimidos ya no por el grito sino por las palabras suaves que esconden un discurso represor.Queremos que les amen de verdad.
Queremos espacios donde nuestros hijos jueguen, griten, salten, corran con el pelo al viento.
Queremos espacios con autenticidad.
Queremos espacios donde los únicos límites de los que se hablen sean los que los adultos que acompañan hayan atravesado.Queremos espacios donde las necesidades de los adultos no se disfracen de normas.
Necesitamos espacios con adultos espontáneos, con ganas de jugar, con ganas de aprender de nuevo a ser niños
No podemos entregarles nuestros hijos así a la ligera.
No con este camino que hemos recorrido.
¿Nos sienten muy amenazantes?
¿Demasiado libres?
¿Nos quieren reprimir también?
¿No se animan en cambio a abrir las alas y a que les acompañemos nosotros también en el camino?
Si de verdad los espacios alternativos quieren ser conscientes
Necesitan a las familias conscientes.
A las que les retan a la libertad.
Las que se han atrevido a romper los paradigmas y han encontrado la manera de caminar con la guía de los niños.
Nos necesitan.
Los padres que llevamos años reconstruyéndonos.
Que hemos utilizado nuestra energía física, emocional, mental y económica en aprender, revisarnos, observar, acompañar, sostener es decir en CRECER Y SER ADULTOS.
No nos conformamos.
Queremos más.
Porque nuestros hijos se lo merecen.
Y nosotros también.
Queremos más.
Andrea Díaz Alderete
Consciencia Madre
Imagen: la luna llena de ayer trayendo la claridad.