Llevo años acompañando a madres, acompañando a padres, acompañando a mujeres y hombres que todavía no son padres ni madres.
Si algo he entendido en este camino es que a medida que buceo en mí y me comprendo y me sano, puedo entender y acompañar con más amor el proceso del otro.
Y a medida que acompaño no solo a madres sino también a las madres de las madres que vienen a Biografía Humana, puedo ver familias completas (hermanos, hermanas, madres, padres, maridos) y me emociono al ver cómo de verdad todos hacemos o intentamos hacer lo mejor para nuestros hijos.
Muchos de mis lugares de juicio se han limpiado, y si aparece alguno, lo reviso en mi misma y en mi propio juez interno que pugna por decirme que lo que “piensa mi mente pequeña es verdad”.
Cuando el juicio aparece simplemente abro mi corazón para abrazar con amor esa parte de mí que todavía necesita sentirse juzgada, que todavía necesita sentirse señalada
y que busca afuera un espejo para que yo lo vea.
Me abrazo y me digo:
«Calma, este Ser que está afuera a quien intentas juzgar es sólo el reflejo de una pequeña parte tuya que todavía castigas con tus palabras y pensamientos»
Y así ha sido como poco a poco me he ido acercando a todo tipo de maternidades entendiendo y sintiendo el dolor de todas esas mujeres que somos, de lo que hemos querido hacer por estos hijos que tenemos, de los lugares donde no hemos llegado; de cómo a veces se ha cruzado en plena maternidad o puerperio un lugar de deseo propio tan largamente postergado y nos hemos escapado; o de cómo ni siquiera nos hemos dado cuenta de que no tolerábamos ciertas cosas de nuestros hijos y los hemos expulsado…
Y si…nos escapamos y violentamos y castigamos y nos duele todo aunque algunas veces parece que no nos duele nada. Nos duele, nos destroza, nos debilita, nos machaca.
Pero aquí estamos, seguimos revisando una y otra vez nuestra historia, intentando romper los automáticos, hablando, reuniéndonos con otras mujeres para intentar sentir con potencia eso que nuestro hijo tanto nos pide. Meditando, visualizando, danzando…
Seguimos buscando, seguimos en camino, seguimos…aquí seguimos.
En toda la madre que somos hay un pequeño espacio, al menos uno muy pequeño en donde nuestro hijo nos siente.
Un espacio de amor verdadero, un lugarcito donde de verdad deseamos hacer lo mejor para ellos.
Y a veces todos los otros lugares son duros, durísimos. Y ocupan casi todos los espacios que nuestros hijos viven de nosotras. Y ellos de verdad se sienten no amados, humillados, castigados, abusados, no protegidos y desamparados…asi de duro es, si, así de duro es.
Y en esas madres duras que somos (esas madres brujas me decía el otro día una amiga) también está ese pequeño espacio de amor, que a veces nos parece tan pequeño, y de tan pequeño imperceptible.
Ese espacio siempre está.
Hoy vengo a invitarlas a que abramos con fuerza ese espacio.
A que no nos quedemos en la culpa ni en el autocastigo. Ya demasiado nos han castigado en la infancia, y nos hemos castigado nosotras durante todos estos años.
A que abramos ese corazón con fuerza. Y se ha de abrir con amor, no con dureza, ni juicios.
Abramos fuerte aunque solo un milímetro de nuestro amor salga de nuestra armadura. Porque en ese milímetro nuestro pequeño hijo se sentirá pleno (y a veces sorprendido).
Porque ese milímetro puede transformarse en un Espacio Sagrado, único, vital que nos salve de la profunda desconexión con nosotras mismas y nos indique de nuevo el camino.
El camino hacia nosotras, hacia la luz preciosa que todos somos.
Salgamos de los autocastigos, de la hiperexigencia y de la culpa.
Amemos
Brillemos
Disfrutemos
O al menos lo intentemos.
Por todo esto es que yo he comprendido que hace falta mucha contundencia para acompañar a una madre, claridad, certeza, apertura y mucha firmeza.
Pero sobre todo hace falta AMAR profundamente a cada madre que se pone al frente, para que ella pueda abrirse, mostrarse, sacar de adentro eso que tan profundamente ha ocultado para sobrevivir.
Esa madre necesita sentirse amada.
Necesita tener la certeza de que así como ella ES no será juzgada, que así como ella se castiga nadie más vendrá a castigarla.
Necesita sentir que puede ser VULNERABLE y desde allí volver a CONFIAR.
Es necesario AMAR a las madres con fuerza, con locura casi, abrazarlas, contenerlas, llorar con ellas cuando el dolor del castigo inflingido sea infinito.
Y seguir, seguir amando, seguir mirando, seguir observando, seguir bajando en la espiral de la Consciencia…
Y de nuevo…seguir AMANDO.
Andrea Díaz Alderete
Consciencia Madre