Una madre imperfecta como yo tiene sus días bajos.
Algunas veces no es sólo un día, a veces llegan a dos y pasan a tres.
Y entonces una madre imperfecta como yo, decide conversar con una de las personas que más quiere en el mundo. Una madre imperfecta también.
Comenzamos hablando de cómo estamos, de lo que nos ha sucedido. Luego cómo están los niños, nuestros hijos a los que amamos. Nos alegramos por las fotos compartidas (vivimos a miles de kms de distancia). Añoramos el encuentro, las ganas de abrazo y de compartir vida.
Entonces en un momento de debilidad, porque soy débil también, soy vulnerable y no lo sé todo, y tengo dudas, y me planteo y re-planteo cosas. Le cuento:
Que tengo un sueño que llevo adelante pero a veces tengo miedo.
Qué pienso que a mi hija le vendría bien ir al colegio pero que no estoy segura.
Que a veces quiero que haga homeschooling.
Y recibo:
Lo que tendría que hacer
Lo que debería pensar
Lo que debería haber hecho ya
«Estás aislando a esa niña, pobre, cómo sufrirá ese encierro».
«Déjala ser libre, el mundo la espera».
Me rio, le explico que mi hija ESTÁ BIEN, que soy yo la que vivo replanteándome todo, pero que es bueno que así sea.
Insiste ¿toma la teta todavía?
-Si
-Pues mientras no se la quites no va a querer ir al colegio.
Da la casualidad de que es abogado, y entonces me ADVIERTE que es muy malo que la niña no esté escolarizada, que me puede ir a visitar la trabajadora social, y cuantas cosas más, que tengo que pensar. Le explico que en España la escolarización es obligatoria a los seis años, y que nuestra hija tiene 4.
Le digo, lo siento, nunca podremos estar de acuerdo.
Que tú intentes convencerme de que esto que hago es malo para mi hija es como querer convencerte a tí de que la crianza respetuosa es buena para los tuyos. No tiene sentido, tu sientes que haces lo mejor, yo siento que hago lo mejor. ¿Alguna de las dos tiene la razón? Quién sabe, pero no pretendo cambiarte, y te quiero así tal cual eres.
Cuántos juicios ponemos delante cuando una persona nos CUENTA algo.
No nos han pedido consejo, ni siquiera opinión. Nos lo han contado.
Y yo amo a esta mujer, y sé de dónde proviene y lo difícil que debe ser hablar sin juicios, tan difícil como es para mí limpiar constantemente mi mirada.
Pero vaya que yo ayer necesitaba solamente una palabra de apoyo, de esas que te da la vecina que no sabe nada de tu vida, pero te dice, ¡No te preocupes guapa que todo va a salir muuu bien, que no te deprimas hija, que ya saldremos adelante!
Ayer en carne propia lo sentí. No amo menos a mi querida compañera de vida, la admiro por todo lo que hace por su familia, por sus hijos. Pero me ha mostrado un espejo grande y lindo donde mirarme y sentirme en la piel de los que se acercan sin esperar más que una palabra de aliento, o escucha.
Abrazo a todas las madres y padres que desean hacer siempre lo mejor para sus hijos.
Andrea Diaz Alderete
Consciencia Madre