¿Tu hijo siente lo que tú sientes? Acerca de la fusión emocional

Hablar de fusión emocional es siempre complicado. Complicado por que a las personas de este mundo nos cuesta encontrar una manera de expresar los vínculos más profundos; nos cuesta expresar lo sutil, lo etéreo, eso que se siente, se vive pero que no se puede tocar.

 

Así es la fusión; es ese maravilloso baile amoroso mamá-bebé, es el lugar donde la emocionalidad del niño es completamente compartida por la madre y sobre todo donde la emocionalidad de la madre es completamente vista y sentida por el niño. 

Madre. Joaquín Sorolla
Madre. Joaquín Sorolla

Estar en fusión significa estar en paz, poder desconectar realmente de TODO lo que nos rodea; un puerperio espléndido donde solo madre e hijo puedan congeniar. Esto en la vida actual y teniendo en cuanta nuestras pobrísimas infancias es casi una utopía. En mi experiencia conozco muy pocas madres que lo han conseguido completamente, pero muchas que lo conseguimos por momentos y creedme, cada momento que nos fusionamos con nuestros hijos es oro en polvo para ellos.

Todos los niños recién nacidos están completamente fusionados con su madre (y este estado persiste durante muchos años). Nuestros hijos sienten y perciben todo lo que nos sucede, y cuando digo todo es TODO (incluyendo nuestras vivencias pasadas y guardadas bajo llave). Si estamos felices, disgustadas, si ha calado en nosotros la tristeza, si la sombra ha empezado a salir y no podemos entender qué nos pasa. Allí está nuestro hijo, nadando en esas aguas y esperando que nosotras nos sumerjamos en ellas.

 

Lamentablemente no nos pasa lo mismo a nosotras las madres. Estar fusionadas significa SENTIR lo que nuestro hijo siente. Y no es tan sencillo eso…es en muchas ocasiones bastante doloroso.

Y es por eso que muchas veces nosotras necesitamos salir de la fusión, porque estar dentro es desesperante; nuestras propias vivencias, nuestra infancia, nuestro yo-bebé nos impiden estar conectadas completamente AUNQUE ESTEMOS 24 HS CON ELLOS. En esos casos cortar la fusión es pensar constantemente en algo mientras mi niño esta en mis brazos (tengo que hacer esto, la casa está sucia, mi suegra no ha venido, mi madre me ha abandonado, mi marido no puede con todo, debería hacer esto, debería hacer aquello, debería, debería, tendría, podría……¡ayyyy!!!).

En otros casos salir de la fusión también significa SALIR, volver a nuestra vida, alejarnos de nuestro mundo emocional (justo ese mundo que el bebé nos trae con su llanto y su demanda) dejar de pensar en términos de bebé, volver a estar operativas, escapar. Y aquí conviene aclarar que volver al trabajo no necesariamente significa cortar la fusión. Si estamos trabajando y podemos sentir lo que nuestro hijo siente y actuar para acortar su sufrimiento, estamos fusionadas.

 

Ahora viene lo más doloroso, aunque las madres cortamos la fusión, los niños nunca la cortan. Ellos nos necesitan y no pueden entender sus (nuestras) sensaciones, así que cada vez que nos demos vuelta y miremos nuestro territorio emocional, estarán ellos ansiosos esperándonos.

Los niños cuyas madres no fusionan son niños que PIDEN constantemente, lo hacen de todas las maneras posibles, pidiendo presencia, pidiendo teta, pidiendo contacto, diciendo sin palabras  ¡aqui estoy mírame, siénteme!

Pero ojo que no dicen mírame ni abrazame ni cógeme en brazos ni dame teta. En realidad lo que están diciendo es ¡MÍRATE!, ¿qué te pasa? Estoy aquí sintiendo lo que sientes, estás triste, te sientes sola, NO TE DEJO, TE ACOMPAÑO. Muchos niños que desde muy temprano en su vida necesitan estar pegados a mamá y no se calman, lloran, demandan atención constante en realidad no están demandando atención para ellos, sino simplemente manifiestan la enorme soledad y desamparo que la madre no es capaz de ver conscientemente y que están guardados y seguirán guardados dentro de ella mientras no sea capaz de enfrentar sus fantasmas…esos que su hijo ve cada día y que le muestra con su llanto y sus manitos extendidas.

 

Esos niños solidariamente con sus madres (como todos los niños del mundo) acompañan la soledad de mamá, la atienden y NO LA DEJAN SOLA. Muchos de esos niños son llamados de Alta Demanda. Es cierto, hay una enorme demanda en esa díada, pero no es del niño.

Todos los niños vienen a este mundo con una energía propia, y hay algunos que son extremadamente sensibles a la falta de fusión de la madre, esos son los niños en los que hay que poner más fuerza en entender lo que a NOSOTROS NOS PASA, por que son los que no se calman, y piden y piden y piden, o bien desconectan un día y dejan de estar presentes.

 

Entonces ¿qué hacemos para no cortar la fusión?

Y…. Estar, simplemente estar, sentir, no evitar las emociones, dejar que nos inunden, y sobre todo comenzar a entender lo que nos pasa. Buscar alguien que sepa de sombras y puerperios que nos tome la mano, buscar compañeras de ruta, buscar sostén en la pareja pero ya desde una mirada más consciente, no simplemente pidiendo o pudiendo con todo.

Y me diréis…y si me dejo llevar ¿qué pasará con el bebé? Lo mismo que ya le está pasando y que ahora no queremos asumir, pero no estará solo. Hará falta NOMBRAR lo que nos pasa. Nuestro hijo espera que le nombremos lo que nos sucede, que pongamos un filtro entre sus sensaciones y las nuestras justamente por que el no puede separarlas. Nombremos lo que nos pasa, digamos abiertamente que estamos desbordadas, que estamos tristes, que estamos cansadas o que no sabemos lo que nos sucede, pero que es un asunto nuestro y no depende en absoluto de él y sobre todo que nuestro bienestar no es su responsabilidad. Este ejercicio, creedme,  es el primer gran liberador para nuestro hijo recién nacido (y de los niños mayores también). Nombrar, nombrar, nombrar.

 

¿Y ahora que mis hijos son más grandes?

Y si antes no he podido fusionar ¿qué puedo hacer? Siempre se puede recuperar la fusión. Nuestros hijos esperan ansiosos que los miremos y conectemos con ellos. Nosotras esperamos que nuestras madres todavía quieran comprender algo de lo que nos sucede…así que sí, siempre hay tiempo.

La recuperación es como un puerperio largo y tardío, ese en el que volvemos a estar disponibles, a escuchar, a abrazar y a contener. Hace falta paciencia, muchísima porque los niños han crecido, han aprendido sus propias violencias, desconfían mucho de nosotras y del mundo, así que hace falta mucho tiempo y dedicación para poder acompañarles e ir dándoles pequeñas lucecitas para seguir adelante. Y en ese camino es vital el acompañamiento terapéutico, un círculo de mujeres, el apoyo de otras madres que estén caminando por senderos de la consciencia. También podemos necesitar simplemente tener pequeños espacios de autocuidado, salir, pasear, ir al gimnasio, descansar, un grupo de amigas con las que compartir un café y una charla tranquila…algo que sea sólo para nosotras. Porque hay que recargar nuestras estanterías vacías de amor, porque para nutrir tenemos que estar nutridas. No olvidéis que venimos de infancias muy carentes. Nuestros agujeros emocionales son grandes, así que hemos de rellenarlos como podamos para poder alimentar a nuestros hijos. Pongámonos metas cortas y sencillas. Hoy estar, al menos cinco minutos con mi hijo, mirarle a los ojos y decirle que lo amo profundamente; mañana abrazarle aunque me muestre cosas dolorosas, cinco minutos también…y así día a día, con muchas caídas, con todos esos años que recuperar, iremos fusionando y sintiendo lo que ellos sienten.

Y ellos estarán seguros,

porque mamá ahora sí los ve,

sí los siente.

Ya no hay temor,

mamá sabe lo que les pasa.

 

Andrea Díaz Alderete

Consciencia Madre

 

 

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