Los docentes y los padres podríamos re-pensar el sistema educativo.
Re-pensarlo por el bien de todos, sobre todo de los niños y jóvenes.
Los docentes podrían empezar a revisar adentro a ver si aman de verdad este trabajo en el cual entregan su energía sosteniendo a los niños con la lengua afuera.
Donde poco y nada hay de empatía y donde se pretende meter adentro de los niños los conocimientos como si fuera con un embudo.
Podrían revisar qué significa ser docente, que es simplemente inspirar y acompañar a un niño a que reconozca sus propios talentos; observar, apenas guiar, nada de enseñar, aplastar, decir una verdad que el adulto cree, e intentar hacerle sentir al niño que NO SABE NADA.
Los padres podríamos empezar a pensar en que los niños necesitan acompañamiento y contención, muchisimo (muchisimo!!!!) más del que le damos para que vayan a la escuela (si así lo decidimos) contentos de ir.
Con ganas de JUGAR, no de estudiar.
Porque el aprendizaje es a través del juego para toda la primera infancia.
Todos podríamos empezar a pensar:
- Que la escuela no es una guarda niños, donde dejar a los hijos para que se estacionen mientras estamos cumpliendo con la rutina del día a día para tener las comodidades que nos auto-imponemos y que pensamos que vienen «de la sociedad».
- Que un niño necesita sentir la presencia de sus padres en la escuela, presencia amorosa, sentirse amparado y protegido también en ese espacio. No dejado ahi al libre juicio de otros adultos también desconectados, tal como estamos todos.
La sociedad toda podría plantearse por qué necesitamos que los niños estén encerrados a lo largo de tantas horas en pupitres uno detrás de otro, escuchando a un docente aburrido y sobrecargado que solo pretende terminar la jornada.
Un niño prácticamente no desarrolla NINGUN talento en la escuela convencional, NINGUNO. De hecho los talentos que nosotros los adultos domesticados pensamos que ellos desarrollan en la escuela, podrían florecen sin ningún tipo de esfuerzo y sacrificio en una escuela guiada por el respeto a los ritmos vitales, la amorosidad y el aprendizaje desde el propio niño.
En una escuela convencional un niño APENAS SERÁ un buen alumno (excelente dirían en mi tierra) y terminará dentro del sistema y con suerte y SACRIFICIO aplaudido por padres, educadores y comunidad toda, terminará con un diploma universitario ejerciendo una profesión que ni siquiera sabrá por qué ha elegido, sin ganas y con el mismo aburrimiento o ganas auto-impuestas que cuando tenia 8 años (algunos, los menos, la absoluta minoría. disfruta de ello).
Ahora todos los talentos que ese niño ha traído al mundo, tendrá que ir a rescatarlos, con suerte y mucha apertura, a los cuarenta (o cincuenta) años cuando sienta que su vida no tiene ningún lugar de disfrute y que está hastiado y harto del trabajo que tanto sacrificio le ha costado.
Los talentos de los niños NO se desarrollan en la escuela convencional.
Y vale preguntarse ¿por qué?
¿Por qué mandamos allí a los niños?
¿Por qué queremos que los castiguen y los sometan?
¿Por qué pensamos que alguien tiene que meterles conocimientos desde afuera?
¿Por qué no confiamos en su sabiduría interior?
¿Por qué no confiamos en sus capacidades?
¿Por qué?
Solo porque somos alumnos de estas escuelas, hijos de estas familias, hijos de este sistema aburrido, caduco, que somete a hombres y mujeres por igual y los condena a ser material de primera mano para la maquinaria productiva.
Salgamos a respirar el aire, no podemos seguir ahogados.
Y sobre todo:
¿Podemos ofrecerles a nuestros hijos otra oportunidad?
Se puede,
Siempre se puede.
Te acompaño
Andrea Diaz Alderete
Consciencia Madre
Foto: Que las hamacas de los parques no se queden vacías. Que nuestros hijos habiten los espacios que construímos para ellos. Que no los encerremos.
Andrea Diaz Alderete.@consciencia_madre