¿Los hijos somos desagradecidos?

Algunas madres y padres todavía infantiles esperan que sus hijos les cuiden, les ofrezcan lealtad, les protejan y algunos hasta les mantengan.
Que no hagan su vida y estén pendientes de ellos.
Se me ocurren dos posibilidades: 
  • Si tu hijo decide vivir en libertad por fuera de ti, probablemente su infancia y/o adolescencia haya sido una cárcel y necesite respirar lejos del alcance de las violencias que ha sufrido y que quizás ni tú mismo conozcas. 
  • Si no puede salir de tu casa a pesar de que lo empujas es que no has podido acompañarle a hacerse adulto y a Ser y ahora se violenta manteniéndose dentro de un espacio que también le asfixia. 
En lugar de ofrecerle reproches quizás podrías hacer una observación profunda de lo que no has podido ofrecer y ser compasiva/o.
Compasivo con él y contigo misma/o. 
Quizás podrías intentar ahora acompañarle a la madurez.
Podrías hacerte cargo tú de tus violencias enquistadas.
Podrías observar qué espacios se han quedado vacíos y ofrecerte de corazón a llenarlos, o al menos a intentarlo.
En cada sesión de Biografía Humana que acompaño constato que todos los hijos mantenemos abierta la puerta para nuestros padres, hasta que un día hastiados o cansados, desilusionados o muy violentados, vamos cerrándola.
Pero cada muy poquito tiempo, volvemos a abrirla, con la esperanza de que algo haya cambiado, de que algo se haya movido y que se haya diluido algo del sistema violento en el que nos hemos criado.
En algunos casos de hijos en caminos de consciencia, he constatado que a medida que nos animamos a abrir las puertas, también abrimos completamente el corazón.
Y a veces somos recibidos y a veces golpeados. 
Y es que es en medio del escenario de infancia,  los hijos usamos la energía para protegernos, para sostenernos enteros y amorosos en medio de los disparos que vuelan alrededor.
A veces lo conseguimos; otras resulta complicado.
Aún así la mayoría de las personas volvemos a intentarlo.
Porque amamos con locura a nuestros padres.
Porque habiendo reconocido nuestros personajes: guerreros, obedientes, víctimas, sumisos, amurallados, seguimos anhelando trascender la supervivencia para volver al vínculo desde nuestro lugar más esencial, ese de nuestra llegada al mundo. 
Si tu hijo no quiere acompañarte ahora.
Quizás sea porque se ha sembrado entre ustedes un campo de espinas y no uno de rosas.
Porque volver a estar cerca tuyo le supone un reto y quizás todavía no ha encontrado la manera de superarlo. 
No es falta de amor, no.
Te aman con el alma completa.
Es impotencia por no saber cómo más hacerlo.
Échale un cable y mírate tú también, quizás así algo pueda ser reconciliable.
Porque el amor, el amor no ha cambiado, sigue siendo el mismo que los unió hace 20, 30, 40 o 50 años. 
Te acompaño
Andrea Díaz Alderete
Consciencia Madre
«Deseo que mi hija vuele libre de mi misma y a pesar de mi.
Para ello me esmero todos los días en amarla.
En verla.
En ver su belleza.
En no marcar defectos puestos por mis ojos ciegos.
Solo la veo a ella.
Y cuando creo que algo le falla
Me miró yo.
Que sí estoy fallada producto de mi propia infancia y convivencia en un sistema enfermo que cosifica a los niños y los quiere normalizar
Cuando lo genial no está en el sobresaliente sino en la pureza del corazón»

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©Todos los contenidos de esta publicación son propiedad intelectual de Andrea Diaz Alderete y Consciencia Madre. www.conscienciamadre.com.

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