Cuando come (se tira la comida, no come, no se sienta a la mesa)
Cuando es hora de dormir (no quiere, duerme mucho)
Cuando es hora del baño (no quiere bañarse, no se lava la cabeza)
Cuando se enoja y tiene rabietas
Cuando se frustra y tira las cosas
Cuando grita
Cuando calla
Cuando pega
Cuando no se defiende
Si alguna de estas cosas hace saltar tú automático, es hora de revisar qué ha pasado con esa situación en tu infancia.
Podrías hacerte alguna de estas preguntas:
¿Qué tan rígida/o era mi madre/padre con los horarios de la comida, el bien-estar en la mesa?
¿Era la pulcritud un requisito indispensable en mi hogar materno? ¿Se me exigía estar siempre ordenada, limpia, con el pelo bien peinado?
¿Cómo me llevo con el desorden y el descontrol?
¿Me han permitido a mí enojarme? ¿cómo me han ayudado mis padres a mostrar mi enojo? ¿tenía que guardarlo y aguantarme? ¿cuántas rabietas tengo a la semana?
¿Qué tipo de niña/o he sido de las obedientes y llamadas «buenas/os», de las reprimidas/os que no pudieron mostrar ninguna emoción, o de las/os terribles o «malas/os»?
¿Qué tal llevo la frustración? ¿me gustaría tirar la comida a veces?
¿Me han obligado a callar? ¿me han dejado espacios para mi intimidad?
¿Me han castigado físicamente? ¿me han enseñado que «no se pega»? ¿qué tal llevo el juicio de los demás?
¿He sido un/a niño/a terrible y no puedo soportar que mi hijo no se defienda? ¿me he defendido yo? ¿he podido reclamar mis cosas con asertividad y se me ha escuchado?
Y así un largo etcétera.
Te animo a que hagas este pequeño ejercicio.
Puede ser muy revelador, descubrirás que muchas de las cosas que encienden tu automático son las que están relacionadas con las limitaciones que tú sentiste en la infancia y sobre todo entenderás que no es con tu hijo con quien estás enojado/a realmente… aunque es el con quién te animas a descargar tu ira.
Andrea Díaz Alderete
Consciencia Madre