Parto y Poder

Cuando estaba embarazada me pasé bastante tiempo buscando una bata adecuada (deshabillé en argentino). 
Rebuscaba y rebuscaba en la búsqueda de un camisón perfecto y de la bata perfecta para el nacimiento de mi hija.

En muchos grupos de crianza me he reído mucho de esto; del nivel de fantasía en el que me movía. Ahora además agrego el nivel de desconexión que traía.

Yo era en ese instante una adulta mujer de 37 años, que había ejercido en el mundo clínico al menos unos 10 años, que había estado en varios hospitales, había visto bebés en incubadoras, que había sacado sangre a bebés chiquitos. Qué conocía bien de Endocrinología y Fisiología. En fin, que parecía que algunas cosas ya entendía.

Peeero, no sabía absolutamente nada del Hecho Femenino
La mayoría de los referentes femeninos que tenía no habían parido ni dado la teta. Mi madre no tenía leche (decía) aunque sí tuvo partos naturales con poco registro de lo que era lo natural realmente. Todas mis amigas excepto una habían pasado por el quirófano al nacimiento de sus bebés y prácticamente ninguna había acompañado una lactancia por más de un año. 

Me habían dicho que había que cuidar el suelo pélvico, y yo estaba en las clases de preparto (absolutamente inútiles e intelectualizadas) de la salud Pública. Es decir estaba mirando a Babia, o a la luna de Valencia.
Hasta que Boom! llegó la niña.

Un parto larguísimo, que no fue cesárea por la bendita intervención de mi lugar más salvaje y conectado que algo se había activado en las clases de pilates y yoga  que me dio tiempo de hacer antes del parto (¡gracias Raquel!).
Gracias a Michel Odent que sembró en mí la duda de un parto sano y mamífero. 
Gracias a Carlos González que me rectificó algo que ya sabía con fuerzas adentro: que iba a tener leche a raudales. Mi mente se preguntaba por que Dios me había dado dos tetas grandes si no era para alimentar a mi cría, siempre lo había sentido así. 
Asi que de eso no tuve ni la menor duda.

Por eso la lactancia fue fluida (con sus detalles sombríos) y duró cuatro años y medio.

Pero el parto madre de Dios, no lo sabía. Tampoco quise enterarme. 
Mientras recorría las tiendas mirando la bata adecuada no sabía yo que ahi se abriría mi cuerpo salvajemente. 

Y de adentro no solo saldría mi Hija Amada, sino una Nueva YO.
Potente,

Salvaje,

Con Poder sobre mi Vida.

Jamás he hecho algo más empoderante que Parir y alimentar a esta cría con mis Tetas.
Es algo que SOLO YO he hecho con esta niña. 
Allí supe, de Saber. 
No de entender con la mente.
No de sentir con el cuerpo.
Supe de Saber con el SÉ más profundo que llevamos dentro.

Supe del poder que tiene el útero y la importancia de apagarlo y hacernos creer que ir a parir tiene que ver con estar Lindas, recién pintadas, o sonrientes cuando la vida se te cae entre las piernas.
Cuando la sangre y los tejidos se descuelgan a través de tu vagina todavía abierta por la salida de tu hijo.

 

No mija, parir es lo más Puro del mundo.
De una Belleza que no se puede creer. Es ponerse en contacto con el Fuego Esencial y reconocerlo.
Que algunos partos son tremendos. LO SÉ.
Que algunos terminan en Cesárea. LO SÉ.

Pero que cuando puedes sacar a tu hijo de las entrañas sabes por qué viniste a este mundo con un útero y porque tus tetas te crecieron desde los 11 años y que PUEDES ser la Madre.

Que PUEDES.

Eso sin duda también LO SÉ

 

Asi que ni batas ni maquillajes.
Deja que la vida salga entre tus piernas, permítetelo, o al menos inténtalo.

No hay ninguna manifestación a la que vayas que pueda hacerte sentir ASI. NUNCA MÁS.

 

 

Andrea Diaz Alderete

Consciencia Madre

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